El padre no tan sólo es el progenitor que aportó la semilla para fecundar el óvulo, y darnos vida.
Gracias a nuestro padre, tenemos el privilegio de vivir y experimentar está gran aventura de la vida.
El padre no tan sólo es el proveedor, quien aporta los recursos económicos y los bienes que nos permiten desarrollarnos en cada etapa de nuestra vida hasta que nos valemos por nosotros mismos.
Gracias a la aportación económica de nuestro padre, nuestra madre está menos estresada y nos estresa menos, ya que cuenta con su apoyo económico y nos puede dar más tiempo con calidad y amor.
Esta aportación económica nos permite como hijos, tener un techo, nutrirnos, vestir, estudiar, vacacionar y aprender otras habilidades que nos preparan para afrontar los desafíos de la vida, mientras crecemos.
El padre no tan sólo es nuestro padre quien nos dio la vida y nos mantiene, sino es el padre quien con su autoridad contundente y amorosa nos separa de la simbiosis que se tiene con la madre para poder proyectarnos al futuro y podamos convertirnos en un ser humano maduro y responsable, ya que de él modelamos su responsabilidad al trabajo, su esfuerzo y su fuerza de voluntad.
Nuestro padre nos enseña a tener amor al trabajo y a considerarlo sagrado, ya que todo lo que logramos es gracias a nuestro esfuerzo y fuerza de voluntad.
Gracias a nuestro padre tenemos ese acompañamiento seguro y con límites que nos da la organización y la moralidad. El padre es la figura del control. De lo contrario, nos volveríamos neuróticos, agresivos e inmaduros.
La figura del padre saludable nos da salud mental, madurez, fuerza de voluntad, organización, moralidad, esfuerzo y amor al trabajo. Nos enseña a crecer; al separarnos de la simbiosis con nuestra madre quien nos ama, nutre, protege y cuida.
Gracias al padre aprendemos que no somos omnipotentes, sino que estamos bajo un orden y una organización jerárquica que tenemos que respetar.
El padre guía de manera contundente, con firmeza y sobre todo con amor. Un padre que excede su poder sobre el hijo sin amor, sin la protección de la madre produce neurosis de angustia, no querer crecer, adicciones; afectando la psique del hijo y por ende su personalidad.
Necesitamos el rigor y el amor de padre para sentirnos amados y contenidos.
Padres amen a sus hijos para poder guiarlos con firmeza, moralidad, fuerza de voluntad, límites. Ustedes son una figura muy importante en la vida de sus hijos; significan el principio de la realidad, mientras la madre es el principio del placer.
Somos parte de la trascendencia de nuestro padre este vivo o muerto, si hace bien su papel de padre; cumple con su hijo, con la sociedad y con la Inteligencia Divina de la Naturaleza. Incluyendo a los padres no biológicos, que no engendraron pero han hecho el papel de padre y son bien padres.
A tus órdenes
Ps. Teresa de Jesús Avilés R.
E-Mail: teresa.aviles@yahoo.com.mx
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