Cuando éramos pequeños dependíamos totalmente de los seres más importantes de nuestra vida: nuestros padres. Nuestra vida estaba prácticamente, en sus manos, ya que ellos eran los encargados de nuestra sobrevivencia. Son quienes nos tenían que prodigar amor, seguridad, protección, reconocimiento, sustento, etc.
Si sus cuidados fueron apropiados y amorosos, seguro que nos formaron con una robusta autoestima y por ende somos felices; capaz de amar y de enfrentar las vicisitudes de la vida.
Lamentablemente, no siempre es así. Nuestros padres son imperfectos y traen asuntos inconclusos con sus padres desde la infancia, que no han sido resueltos y que inconscientemente los proyectaron en nosotros cuando estábamos bajo su cargo. Nos convirtieron en sus víctimas, porque a la vez ellos mismos fueron víctimas de sus propios padres.
Así que somos hijos de víctimas de víctimas.
Nuestros padres, sin darse cuenta, nos han lastimado con el abandono, el desamor, la incomprensión, las críticas, la comparación, el rechazo, la traición, la humillación, la indiferencia a nuestras necesidades, etc. Estas lesiones al alma nos han provocado mucho dolor, angustia, culpa, depresión, ansiedad, ira, y nos han metido en una espiral de la que no encontramos la salida; emocionalmente estamos dañados.
Crecemos y nos volvemos adultos con muchas carencias que nos hacen sentir un gran vacío interior, provocándonos problemas emocionales y psicológicos que llegan a somatizarse si no son resueltos.
Lo que nuestros padres no quisieron o bien no pudieron hacer por nuestro bienestar físico y psicológico, ya sea por falta de conocimiento, desinterés o bien porque la situación que vivían no les permitía cumplir con su tarea de padres, ya de adultos exigimos a la pareja que hemos elegido, sane nuestras heridas y que llene ese vacío interior que no nos permite ser felices.
Si reflexionamos, somos dos niños heridos exigiendo lo mismo.
La elección de pareja es una elección a nivel inconsciente. En lo profundo del inconsciente ha quedado grabada la imagen de nuestros padres, esos seres que más hemos necesitado de pequeños y que de adultos queremos personificar.
Ahora en la etapa de adultos, nuestro inconsciente desea sanar estas heridas emocionales, buscando una pareja de la cual ya tenemos formada una imagen para poder satisfacer esas necesidades no satisfechas.
Un día, sin esperarlo, aparece esa persona la cual mágicamente, enciende nuestra llama de amor y creemos que hemos encontrado nuestra media naranja. Nos sentimos vivos y vibrantes porque al fin ya no estaremos solos, ya tenemos a alguien que nos va a proteger, cuidar, amar por siempre; quien cubrirá nuestros vacíos psicológicos y quien sanará las heridas que traemos desde la infancia.
Frecuentemente, elegimos parejas parecidas a nuestros padres tanto en los rasgos positivos como negativos. La imagen de nuestros padres está enquistada en lo más profundo de nuestro inconsciente, la personificamos a través de nuestra pareja.
Desafortunadamente, en muchas ocasiones elegimos parejas con rasgos negativos similares a esos padres que tanto nos lastimaron. Por mucha buena voluntad que pongamos en la relación, algo sale mal. No nos damos cuenta que se están repitiendo los mismos patrones; que repetimos la experiencia dolorosa del desamor, abandono, traición, falta de atención, etc.
Vivir en pareja nos permite conocernos y sanar nuestras heridas de la infancia que nos causan tanto dolor y desequilibrio emocional; nos facilita un crecimiento personal y espiritual.
Para sanar en pareja es importante entrar en un trabajo interior para restaurar nuestra autoestima. Conocernos a nosotros mismos nos permitirá saber quiénes somos, por qué pensamos y sentimos como lo hacemos. Es importante cerrar los asuntos inconclusos con nuestros padres y restaurar las partes desgajadas y negadas que fueron provocadas en nuestra infancia.
Recordar que nuestra pareja está con nosotros para crecer juntos en un camino personal, emocional y espiritual.
Vivir en pareja ayuda a saber quiénes somos y a sanar ese dolor que nos ha desconectado de nosotros mismos y de los demás. Cuando encuadramos la relación y experiencia que vivimos con nuestros padres en otra perspectiva, cuando corregimos esas distorsiones cognitivas derivadas de lo que vivimos en nuestra infancia y que nos siguen provocando mucho dolor emocional, lograremos por fin escapar del hechizo del pasado y construir una vida más sana, próspera y amorosa.
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Mtra. Teresa de Jesús Avilés R.
Psicoterapia Humanista
Conferencista y Facilitador
E-Mail: teresa.aviles@yahoo.com.mx Cel.2227573183 (Whatsapp)
Sitio Web: www.terapiamenteycorazon.com
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